El pueblo soberano opina sobre todo en función de cómo la
televisión le induce a opinar. La televisión condiciona desde el proceso
electoral hasta al gobierno en lo que puede o no hacer.
La opinión pública debe tener un equilibrio entre la opinión
autónoma y heterónoma para garantizar la existencia de prensa libre y múltiple.
Sin embargo, la televisión se exhibe como portavoz de la opinión pública, pero
en realidad es el eco de regreso de la voz propia.
Las otras voces públicas están constituidas por los sondeos
que indican en porcentajes lo que piensa la gente. Pero, hay que tomar en
cuenta dos factores: las respuestas dependen de cómo se formulen las preguntas,
y que, frecuentemente, el que responde debe dar una respuesta improvisada. Por
lo tanto, los sondeos son débiles, volátiles, inventados y tiene un efecto
reflectante.
Se establece la diferencia entre subinformación y
desinformación, la primera es reducir en exceso la información, mientras que la
segunda es la distorsión de la información. La desinformación ocurre
mayormente en la televisión porque se selecciona la información que capte más
audiencia y para esto se exagera la noticia. Además, la desinformación utiliza
falsas estadísticas y entrevistas casuales, se alimenta de dos típicas
distorsiones que deben ser excitantes a cualquier precio: premiar la
excentricidad y privilegiar el ataque y la agresividad.
-Samuel E. Perez Espinal-1066632
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